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Cosas que TVE empieza a hacer bien (II): Documentales musicales

Hola a todos:

 

Final de las vacaciones en el hemisferio norte, empieza un nuevo año para muchas cuestiones y yo, sin embargo, he de acabar tantas… empezando por el hilo anterior donde señalé una cosa que comenzaba a hacer bien TVE, tan denostada últimamente (muchas veces con motivo).

 

Pero la inserción con criterio de música en series no es el único punto en el que se la podría alabar. Sorprendentemente, ahora que ya no hay programas musicales en ningún canal de televisión (salvo para aspirantes a artistas, famosos que quieren hacer pinitos o el ridículo,etc. cantando canciones de otros), he empezado a ver documentales musicales notables.

 

El género del documental musical está muy bien asentado en la tradición anglosajona y he visto algunos ejemplos buenísimos. Desde cómo se hicieron algunos discos míticos (Rumours de Fleetwood Mac, Wish You Were Here de Pink Floyd, So de Peter Gabriel, etc.), hasta documentales que tratan de narrar el desarrollo de la música popular, pasando por la trayectoria de artistas y grupos (Eagles, Blondie, Ray Davies, Joe Strummer, etc.), la historia de un movimiento musical (punk, easy listening, etc.) o de un estudio de grabación (Sound City, Muscle Shoals, etc.). Muchas, muchas variantes. Y todas muy interesantes porque están hechas con rigor, pero al mismo modo de forma didáctica, con pasión y emoción. Es fácil quedar atrapado por la narración, plena de anécdotas, pero lo que más engancha siempre es la exhibición del proceso creativo. Las ideas, la explicación de lo que se quería expresar, los problemas, las soluciones y trucos, la evolución en la construcción de una obra.

 

En España no es del todo inexistente el género documental musical pero lo poco que hay está casi siempre centrado en un artista y en tono excesivamente panegírico. Además, por curioso que parezca, el proceso creativo de la música no suele ocupar demasiado espacio y sí otras cuestiones que podríamos calificar de extramusicales (vicios, juergas, rollos sentimentales,…). Por último, suelen mostrar mucho testimonio de amigos, conocidos, colegas de profesión y relativamente poco material de archivo de la época.

 

Afortunadamente, algo parece cambiar a raíz de lo que he empezado a ver en algunos casos producidos por TVE. El ejemplo más notable, sin duda, es el de varios programas dentro de la serie de documentales Ochéntame otra vez, donde se narra lo que ocurrió en España durante los años 80. Así, en Cuando Madrid se movía, como os podéis imaginar, se da un repaso a lo que brotó musicalmente en Madrid gracias a una nueva generación sin complejos, sin dinero pero con muchas ganas de no aburrirse con la cultura oficial imperante. En uno llamado Superfans se trata el fenómeno fan, así como los grupos y artistas más ligados a dicho movimiento (Tequila, Hombres G, Miguel Bosé, Pecos, etc.). En La otra movida se centran en aquellos grupos que no eran de Madrid, demostrando que aunque Madrid era el epicentro de la movida, el terremoto musical tenía réplicas en toda España. Por último, en Mi rollo es el Rock, el objetivo es analizar el rock urbano de aquella época, su tirón popular pero, al mismo tiempo, se habla algo de cómo se le dio de lado para dar protagonismo al pop de la Nueva Ola.

 

Pero hay otros programas. En Cachitos de hierro y cromo, con una estructura más tradicional, con muchos fragmentos de canción y textos por abajo o explicativos o mordaces, acierta en incorporar a una presentadora que ilustra algo el tema y rompe lo que sería una sucesión muy larga de vídeos antiguos. Luego está Frenesí en la gran ciudad, que pretende ser el relato definitivo sobre la movida madrileña. Incluso he llegado a ver con gran interés el primer capítulo (no han emitido más) de una serie de documentales llamada Música ligerísima, destinada a ser una antología de la música popular española de los 60 y 70. Aunque algunos de los artistas de los que van a hablar allí no me gustan e incluso pueden llegar a repugnarme, otros son muy curiosos y algunos otros son esenciales y fascinantes, provocando que me parezca un programa agradable, porque es algo diferente y puedo reconocer el esfuerzo y la calidad del documental.

 

TVE tiene una gran ventaja y es su mastodóntico archivo de imágenes y contenidos. Con eso y unas entrevistas para ilustrar y comentar el tema, tienes mucho ganado. Son programas que se disfrutan al verlos, se aprende algo del tema y, si has vivido esos años, te traen recuerdos.

 

No son programas perfectos, no obstante. Las imágenes de archivo y las entrevistas a los artistas tanto las especialmente destinadas a estos documentales como las que dieron en el pasado, son elementos muy importantes. Pero el guión del documental es también esencial. Y aunque se aprecia el intento de guionizar estos documentales, hay algunos fallos. En ocasiones falta enfoque y serpentea medio perdido como el Misisipi por los bayous. Extraer conclusiones o las principales ideas se hace difícil.

 

Un fallo más grave, pero más inevitable, son los olvidos. Incluso en algún caso se diría que el contenido del programa se determina en función de los testimonios que se han obtenido y no en función de la realidad que trata de plasmar. Por ejemplo, en el programa llamado Mi rollo es el rock, no se habla nada de grupos como Topo, Asfalto, Mamá o Coz. Pero como sale Ramoncín, Miguel Ríos y componentes de Obús, Burning y Barón Rojo, se habla de ellos. Y no está mal que hablen de ellos, pero es que no sólo estaban ellos. Esto se exacerba en el programa llamado La otra movida. El 80-90% del tiempo se habla de las bandas de Vigo (Siniestro Total y Golpes Bajos, básicamente), los grupos de Manolo García y Danza Invisible. Aparte se dan pinceladas muy sutiles de 091, Los Ilegales y Seguridad Social, pero nada se habló de grupos vascos de esa época, Los Rebeldes, Zumo de Vidrio (germen de Héroes del Silencio) o Los Cardiacos por poner algún otro ejemplo de otros grupos no madrileños de la época (y hay más ejemplos). Y es que, ojo, me encantan los comentarios y las anécdotas de Julián Hernández, Manolo García y Dani Ojeda, pero también entrevistaron a Lapido y apenas se mencionó a su grupo.

 

Sin embargo probablemente el principal defecto es que el proceso de creación musical sigue sin explicarse nunca en estos documentales o apenas hay algún apunte ligado generalmente a una anécdota graciosa. Es como si formara parte de nuestra idiosincrasia no tener interés en cómo se compuso un tema, la letra, la idea de la melodía o de un solo de guitarra. Para mí es una lástima.

 

Bueno, son detalles, pero que no empañan la gran mejoría en la calidad de los documentales y programas musicales que está haciendo TVE. Reconocido queda y, si tenéis acceso a la aplicación Botón Rojo para SmartTV de TVE o acceso a los contenidos de la web, os los recomiendo. Podéis distraer la mente mientras en televisión, otra velada más, no echan más que basura o publicidad. Pero, lo más importante, hay que apoyar las iniciativas (aunque no sean perfectas) que pretenden explicar y dar cuenta de la música, un hecho cultural, de un país. No hacerlo, sería renunciar a conocer lo que fuimos.

 

Os dejo con unas canciones. Un par de ellas sonaron en esos programas, la tercera debería tener algún día cabida en ellos.

Nadie te quiere ya de Los Brincos.

No mires a los ojos de la gente de Golpes Bajos.

Pánico en el hospital de Los Cardiacos.

Saludetes

 

Ártabro

 

P.S. Escucha recomendada: Sin aliento de Danza Invisible

 

Cosas que TVE empieza a hacer bien (I): Música en Cuéntame

Hola a todos:

 

He escrito muchos artículos en los que he puesto a caer de un burro a la situación de la música en España y del maltrato que se le da en la televisión. Sin embargo, en los últimos meses he advertido algunos cambios que, sin poder ser considerados como un giro copernicano, sí indican una cierta mejoría, concretamente en TVE. Sería injusto no señalarlos.

 

Una de las cosas que más me gustan de una serie de televisión es cuando consiguen integrar una canción en la trama de forma que encaje casi mágicamente. La canción puedo conocerla con anterioridad o ser un descubrimiento. Eso da igual. Lo importante es que una buena combinación música-imágenes provoca unas sinergias que realzan ambos elementos hasta generar un clímax emocional. La unión a veces es tan fuerte que, si se llega a escuchar la canción en otra ocasión y contexto, vuelves a recordar el momento en el que aparece en la serie.

 

En series extranjeras es habitual que existan estas asociaciones exitosas. Y con buena lógica pues antes de haberlas en las series las hubo en el cine. ¿Cómo olvidar la canción que sonaba en Malas calles cuando aparece por primera vez De Niro? ¿O el inicio de Manhattan?

 

 

Algunos directores, como Scorsese o Tarantino se han especializado en su buen gusto a la hora de insertar canciones en sus películas. Pero creo que la primera vez que, en el mundo de las series, se le dio un papel protagonista a este juego fue en Aquellos maravillosos años, seguida de Playa de China.

 

Desde entonces, la tendencia a incorporar este recurso ha ido en aumento.  De hecho, si repasamos las series más famosas de esta bien llamada Era dorada de las series, vemos que la mayoría contienen este tipo de momentos. Ahí están The Wire, Los Soprano, Mad Men, Lost, etc. Las series animadas no son en absoluto una excepción y ahí están Los Simpson, Futurama o Padre de Familia. Es curioso y representativo el caso de Los Simpson. Al principio, las canciones no originales eran infrecuentes en esta serie. Pero poco a poco han ido ocupando una posición más protagonista y ahora ya hay capítulos que parecen meros soportes en los que poder ubicar alguna canción famosa (un caso casi embarazoso fue el cameo de The White Stripes). Aun así, el fenómeno no es homogéneo. Es interesante comprobar que en las series procedimentales es difícil que no haya canciones (C.S.I., Bones, Caso abierto), mientras que en las comedias tipo sitcom son más raras. En otras series, como las fantásticas, históricas o de ciencia ficción, (Juego de tronos, Roma, Star Trek), la propia temática hace difícil encajar música de una realidad completamente diferente, por lo que son las excepciones a esta regla, aunque los ingleses siempre encuentran alguna forma de incorporar canciones a sus series (Doctor Who).

 

El caso es que en España, salvo series centradas en la música (o lo que puede considerar música una serie española y UPA Dance es un caso doloroso), este tipo de mezcla canciones e imágenes es bastante infrecuente y, en general, ejecutado sin gran efectividad.

 

Pero este año, sin yo preverlo, me enganché a Cuéntame cómo pasó y buena parte del mérito se debe a la música que suena en la serie. Me ha parecido que ha logrado cotas perfectamente asimilables a las que hay en producciones anglosajonas. No es una serie con un gran número de canciones por capítulo, una o dos por término medio, pero sí destaca por lo bien integradas que están y cómo llegan a realzar las escenas en las que se insertan. En otras ocasiones, logran resumir o subrayar el mensaje principal del episodio o nos anticipan la atmósfera que respirará el siguiente. Todavía más notable es que tienen éxito en usar canciones en castellano, tanto de España como de Hispanoamérica y combinarlas con otras en inglés, de forma natural, tal y como sucede con nuestra memoria, que tiene recuerdos tanto de unas como de otras. Pero me gusta especialmente que haya canciones en español, porque es un síntoma claro de normalidad y de avance en el lenguaje televisivo español, hasta ahora muy basado en la comedia histriónica o el drama (pseudo)histórico.

 

El único punto algo negativo es que he comprobado que, en algunas ocasiones, como si no hubiera más canciones, se ha repetido el mismo tema en distintas circunstancias, limitando su poder. Pero es un detalle que no empaña los logros globales.

 

Ahora, si alguna vez hago una recopilación de este tipo de grandes momentos musicales en series, ya sé que podré poner ejemplos que no sean anglosajones. Os dejo con tres casos muy diferentes. El primero, Todo cambia de Mercedes Sosa, que ya se había usado en otro final de capítulo, pero al que le veo más sentido en este caso.

 

 

El segundo es una interpretación en directo, sencilla y casi a capella, realizada por Alba Flores (la hija del malogrado Antonio Flores), que sorprendió por sus buenas capacidades actorales y por saber cantar con una mezcla de picardía, inocencia y ternura el Me quedo contigo de Los chunguitos.

 

 

 

Y por último, el que creo que es el mejor ejemplo de todos los que he visto. Es el final del capítulo en el que muere un personaje. La canción es Wild Is The Wind de David Bowie. Dos detalles de gran calidad. El primero es la perfecta compenetración del momento en el que Bowie canta Touch me y al mismo tiempo se abrazan el fantasma del padre con el hijo. El segundo es el final absoluto, cuando cortan de forma magistral la última palabra de la frase con más sentimiento del tema y que dice, de forma muy apropiada Don’t you know you’re life, itself? Esa interrupción que deja el tema en el aire es uno de los momentos de la televisión mejor logrados. La vida del personaje quedó cortada, tal y como queda cortada la canción, pero meten un eco en ese postrero life, que vendría a ser el recuerdo que deja esa vida en los que lo conocieron y querían. Bravo. El único vídeo que he encontrado del tema, es el que muestra todo el capítulo. Id al 1:02:10 y a partir de ahí podéis escucharlo.

 

 

Saludetes

 

Ártabro

 

P.S. Escucha recomendada: I Will Wait For You de Connie Francis

Forma y fondo: una canción (protesta) no es una carta

Hola a todos:

En el anterior hilo comenté que había otro aspecto del que quería hablar, referente al fondo y a la forma, pero que no quería restringirlo a la canción de Amaral.

 

Un argumento que oigo a veces cuando se habla de canciones con mensaje (sean canciones protesta o de contenido social, político, etc.) es que lo importante es la letra y que la música no es más que un envoltorio para transmitir dicho mensaje. No podría estar más en desacuerdo con dicha afirmación.

 

¿Cuál es la forma y el fondo de una canción? Porque de eso es de lo que realmente estamos hablando. Estoy seguro de que si habláramos de una canción puramente lúdica, (por ejemplo She Loves You de The Beatles), nadie negaría la importancia de la música para señalar la calidad del tema. Incluso hay canciones de las que podría llegar a juzgarse que la letra es lo de menos y que lo fundamental es la música. ¿Por qué, por tanto, habría que cambiar las reglas con una canción en la que, es verdad, hay un buen foco en la letra?

 

En una canción el fondo es tanto la música como la letra. Al igual que un poema no es sólo unas palabras, sino el ajuste entre ellas, el ritmo que crean, las resonancias y las imágenes que generan gracias al modo en el que están dispuestas en el texto, una canción protesta con una música que no sea buena dará como resultado un mal tema.

 

Con esto no quiero decir que la música haya de ser animada o llena de ganchos. No, puede ser hasta monótona, si con ello refuerza el mensaje de la canción. Lo que significa es que, si hacéis memoria, es difícil que recordéis una canción de contenido social o político con una música de la que digáis que era mala. Esto se ve con claridad en canciones de idiomas que no se conocen o que al menos no se dominan. Un ejemplo perfecto es el del tema que pongo en escuchas recomendadas al final del hilo.

 

¿Qué es entonces la forma en una canción? En mi opinión, los arreglos y toda la parafernalia que ahora rodea al mundo de la música (el vídeo musical, las versiones extendidas o editadas para radio, etc.). El núcleo, el fondo, lo que ha de pasar a la posteridad o morir en la cuneta de la historia, es la compenetración letra-música. Y si la melodía tiene menos interés que los decimales que salen de dividir 10 entre 5, por muy brillante que sea el texto, la canción pasará y se borrará de nuestra memoria.

 

Os dejo con dos ejemplos de canciones sociales. La primera es Pueblo blanco de Joan Manuel Serrat y la segunda Este Madrid de Leño. En ambos casos la música no es lo más memorable del tema, pero sí tiene ese componente que conjunta perfectamente con la letra. Eso no le pasó a Amaral en Ratonera (cuya letra, la verdad, tampoco puede ni compararse con estos dos ejemplos).

 

Si me veis esta noche activo en Twitter… no me golpeéis mucho. Estaré comentando Eurovisión y sus excesos. Una vez al año no hace daño. Además, hay una canción buena compitiendo. No, no es la española.

 

Saludetes

 

Ártabro

 

P.S. Escucha recomendada: Hurricane de Bob Dylan

 

Un océano de ignorancia

Hola a todos:

 

Los que sean asiduos a esta bitácora sabrán que, de vez en cuando, comento alguna canción que he descubierto en un anuncio de televisión. Pues bien, este hilo comienza del mismo modo. Un anuncio de uno de los mayores responsables de los males de este mundo: un banco, un banco inglés para empeorar más las cosas.

 

Pero el anuncio tenía una buena canción y tras una breve búsqueda encontré el grupo y el nombre del tema. Me quedé de piedra. Acerté que el tema sonaba a psicodelia sesentera y ciertamente lo era, pero el grupo no era anglosajón. Era peruano. Había conocido a Laghonia y su Bahía.

Un especimen bien extraño. Sin duda parecía un producto de la psicodelia californiana, pero también se nota, sobre todo en los instrumentos de percusión que suenan casi tropicales, la influencia hispanoamericana. En todo caso, un soplo de aire fresco, brisa del Pacífico. Podría medirse perfectamente con cualquier tema del mismo género hecho por anglosajones y haberse convertido en un clásico a nivel música popular occidental o, al menos, para el mundo hispano. Pero no, al menos aquí en España no creo que los conozca mucha gente.

 

En España casi no ha habido nada de música popular psicodélica. Se podría decir que tras la explosión del pop yeyé no se continuó con la evolución musical que hubo en otros países. La canción protesta y la canción melódica ocuparon buena parte de la escena músical española de finales de los 60 y primeros 70, dejando al rock psicodélico, el glam, el blues-rock en una posición muy marginal, cuando no en la inexistencia. Sólo ya entrados en los 70 sí hubo algo de rock progresivo que tuviera repercusión importante, pero psicodelia…

 

Está bien saber que hubo música pensada desde el español que se hizo en esas coordenadas estilísticas. Pero al mismo tiempo es decepcionante saber qué poco sabemos en España de la música que se hace y se hacía en Hispanoamérica. No nos llega más que una pequeña fracción de lo que allí se genera y eso es triste. Sobre todo, porque pienso que no nos llegan los mejores frutos. Estoy seguro de que en el Reino Unido no se conocen muchos grupos estadounidenses y que en los EEUU hay grupos ingleses desconocidos para ellos, pero dudo que haya ese océano de ignorancia como el que nos separa musicalmente a las dos orillas que hablan español. ¿Qué joyas hay por ahí que nos entusiasmarían a los españoles? ¿Qué grupos no superconocidos españoles podrían ser un éxito en Hispanoamérica? ¿Qué sigue frenando una comunicación más fluida? ¿Por qué los medios de comunicación, revistas, periódicos, radios, televisiones no prestan atención a lo que pasa más allá del propio país, Reino Unido y EEUU? En algunos casos, como la RS, se puede entender, porque son sucursales de medios de esos países, pero en otros muchos no. La cuestión es que no disponemos de medios de comunicación panhispánicos ni apenas nexos que nos mantengan en un contacto continuo y profundo. Eso nos frena como fuerza a nivel mundial. Y lo malo es que no parece que esto vaya a cambiar a medio plazo.

 

Os dejo con otro grupo peruano de los 60, los Saicos, demostrando que el punk quizás nació en Lima en 1964 y no a orillas del Támesis, más de 10 años después.

 

 

Saludetes

 

Ártabro

 

P.S. Escucha recomendada: Speed Fever de Laghonia

A los monstruos no mirar

 

Monstruosnomirar

Hola a todos:

Hace muchos años, en una de esas historias cortas que hay en los capítulos especiales de Halloween de los Simpson, los muñecos gigantes de los anuncios cobraron vida y comenzaron a arrasar Springfield. La solución para acabar con los monstruos resultó ser dejar de prestarles atención, dado que si la publicidad no atraía el interés del público, ésta dejaba de existir. Y para lograr que la población de la ciudad dejara de mirar a los muñecos aparecía  en el capítulo Paul Anka, componiendo una canción cuya letra, tontorrona pero a la postre efectiva, es el título de este hilo.

Esta pequeña introducción viene a cuento de una serie de noticias que desde hace algunos meses vienen inundando los medios de comunicación, no sólo musicales, sobre los escándalos de famosas estrellas de la canción adolescente de los últimos años. Se diría que Hannah Montana se ha convertido en Miley Gomorra y la carrera de provocaciones de Justin Bieber en un chiste en el que, dadas sus iniciales, se le compararía con La saga/fuga de JB, si no fuera porque comparar a este personaje con un magnífico libro sería un insulto para la obra.

No tengo ni idea de por qué la gente se sorprende tanto de que estos artistas salgan ahora borrachos, fumando porros, haciéndose tatuajes, metiéndose en broncas, pisando comisarias, lamiendo un macho sobre una bola, arrimándose a las bolas de un macho mientras se relame, etc. ¿No ocurrió hace unos pocos años con Britney Spears? ¿Y antes con otras estrellas infantiles de la música o el cine?

Supongo que el interés para algunos está en el morbo de ver una supuesta pureza infantil mancillada, destruida por los vicios del mundo de los adultos. También hay gente para la que es reconfortante ver que ellos no serán ricos ni famosos, pero tampoco balas perdidas. Para otras personas hay placer en ver caer ídolos. E incluso vale para que antiguos detractores ahora se regodeen en los escándalos.

Pocos, sin embargo, se paran a pensar en que todo parece un plan de marketing perfectamente planificado. A estas estrellas, mientras su público eran niños y recién adolescentes, un perfil más dulce era el indicado. De lo contrario, los padres habrían puesto muchas más pegas a que sus hijos los escucharan, y con esas edades los niños todavía están bastante sujetos a cierto control. Pero los niños crecen, quieren alejarse de imágenes infantiles, necesitan nuevas experiencias, más atrevidas, más «adultas»… y tener ídolos nuevos. Pero si ese ídolo nuevo puede ser alguien que ya conocen, menos marketing necesitan las compañías para seguir vendiendo. Pero claro, el perfil del artista no puede ser el que ofrecían para los niños, ha de ser más adulto, e incluso «pasarse» para borrar la imagen infantil. De ahí el maleo.

Todo esto sí que lo saben (o deberían saberlo) los medios de comunicación y, si fueran algo más críticos, habrían de negarse a hacerles campañas de marketing gratis. Pero claro, el escándalo vende y eso, por supuesto, es el objetivo de dichos medios (lo de informar pasó a la historia y ahora sólo se dice para darse una pátina de respetabilidad).

Así, todo se conjura para que las noticias de ex-estrellas infantiles sigan copando titulares. Se diría que muchos ganan con todo esto, pero, ¿alguien pierde? Supongo que si digo que los fans o el público que sigue las andanzas de estos personajes, porque están siendo manipulados, puede sonar un poco naïf. Pero si señalo a la música como gran víctima, quizás me acerque más a la verdad porque, al final, si decidimos rascar lo que son estos artistas, nos damos cuenta de que muy poquito de lo que hacen es… música. Eso pasa a ser un accesorio, la excusa para hablar de todo lo demás, como la susodicha vocación de informar de los medios cuando lo único que hacen es vendernos morbo, miedo o trivialidad.

Estos artistas (y estos medios) son como los monstruos que asolaban Springfield. Destruyen la música al convertirla en un accesorio del producto que  realmente venden: ellos mismos. Lo seguirán haciendo mientras les sigamos prestando atención. No los miremos y desaparecerán (¿alguien ha dicho Jonas Brothers?). No vale el criticar a estos intérpretes. Entraríamos a formar parte del circo, sólo que con el papel de opositores. Ni siquiera vale lo que dice el proverbio, sentarte en la puerta de tu casa y acabar viendo pasar el cadáver de tu enemigo. No se merecen que gastemos el tiempo sentados esperando su muerte. Hay tantas cosas por ver, por hacer, por escuchar… Esperar es un derroche cuando la vida es tan corta.

Os dejo con dos canciones, Same Old Scene de Roxy Music y Esperando nada de Antonio Vega.

Saludetes

Ártabro

P.S. Escucha recomendada: Road To Nowhere de Talking Heads