You never got old, David Bowie

Hola a todos:

 

Sí, hace mucho, muchísimo tiempo que no escribía. Ideas no han faltado, pero lo que me ha faltado es tiempo e impulso. Hubo algunas noticias que casi me hicieron sentir obligado a decir mi opinión, como el cierre de la revista Rolling Stone en España, pero al final lo dejé correr. La última vez que pasó eso fue con el lanzamiento del vídeo Blackstar de David Bowie, que me dejó completamente maravillado. Y ya veis, al final sí ha sido David Bowie el que ha roto este silencio.

 

Y es que este blog tiene un nombre que no es del todo exacto. Lo llamé «Exiliado del CBGB» porque cuando fui a Nueva York por primera vez tenía muchas ganas de pasarme por allí. Pero llegué tarde, por apenas unos días, y ya había cerrado definitivamente sus puertas. Y esa es la historia de mi vida. Crecí absorbiendo toda la magia de los grandes artistas del rock y del pop de los 60 y 70, todavía creando obras notables en los 80 y en los primeros 90. Ya no estaban The Beatles, Led Zeppelin o Creedence Clearwater Revival. The Rolling Stones y The Who ya eran (y son) básicamente máquinas de hacer dinero mediante giras y discos que aportaban poco, pero sí brillaban todavía Bruce Springsteen, Queen o… David Bowie.

 

Nunca he perseguido tanto a un artista y nunca he sentido que un artista me persiguiera tanto a mí. Sus canciones me llegaban y definían mis sentimientos y estados de ánimo. Me inspiraba ver su inquietud, su curiosidad infinita, sus ansias de cambiar como forma de evitar que nadie lo etiquetara a través de sólo una parte de su personalidad. Al final los medios superficiales llegaron a etiquetarlo, tildándolo de camaleón, sin darse cuenta de que su fin no era ser un camaleón, sino expresar su complejidad.

 

Mi admiración hasta lo más profundo de mi alma no fue instantánea. Al revés, llegó muy poco a poco. Primero con las canciones que oía en la radio en los 80. Ese Let’s Dance, ese Blue Jean, ese Absolute Beginners. También la película Laberinto, por supuesto. Después, ya en los 90, oyendo alguno de sus temas clásicos, pero sin internarme en sus discos. Tuvo que llegar un amigo de la universidad para que me animara a escuchar enteros sus discos de la primera  mitad de los 70 (Gracias, Dani). Pero después ya no pude parar y me pasé a la trilogía berlinesa, a Scary Monsters y a lo que estaba haciendo a finales del milenio pasado, donde, sin duda, su genio seguía vivo, pero parecía algo menos afilado. Y al poco llegó Heathen, y su sencillo Slow Burn y me derritió por completo. Hasta ahora. Así que mi amor por la obra y la figura de David Bowie fue una cocción a fuego lento, de esas que producen los resultados más jugosos y los sabores más deliciosos y duraderos.

 

Y el destino pareció decidir que lo persiguiera. ¿Qué si no indicaba el hecho de que en mi primer viaje a Londres, en 2002, me alojara en casa de una amiga en Brixton? Yo ya sabía que era donde nació y creció, así que cuando llegué a ese barrio, intenté observarlo todo con dos pares ojos, los míos y los de un niño Bowie. Saqué entrada para ir a verlo a Santiago. Visité las zonas que frecuentaba en Manhattan, incluyendo el High Line y el CBGB, donde se dejó ver en los 70, cosa lógica, ya que ese local tenía su carácter, de búsqueda y curiosidad continua.

 

Pero el destino también pareció decidir que siempre se me eludiera. El infarto que sufrió me quitó la oportunidad de verlo en directo cuando ya contaba las horas. El CBGB cerrado, la calleja zafia en la que se hizo la foto de la portada del Ziggy Stardust convertida en una aséptica vía peatonal con locales chic. He llegado siempre muy tarde, muy tarde.

 

Y ahora sí que es ya muy tarde.

 

David Bowie ha muerto y lo ha hecho sin hacerse viejo, como prometió en su tema Never Get Old, del disco Reality. Su espíritu seguía siendo joven e intrépido. Y seguía diciendo y haciendo cosas interesantes, como en su disco, casi casi póstumo, Blackstar. Su última burla a los críticos que trataban de encasillarlo fue destapar su palabrería y despiste. He leído tantas tonterías sobre lo que quería decir con este trabajo, tantas interpretaciones que se han revelado tremendamente desencaminadas… que probablemente él se hubiera reído al leerlas. Una gran desgracia.

 

Se nos ha muerto el Mayor Tom. Y no pretendo realizar una exégesis de su obra, pero, retrospectivamente, uno diría que cabían pocas dudas sobre su vídeo Blackstar. Él siempre ha sido el Mayor Tom y ha utilizado su figura y su imagen para hablar de él mismo. ¿Cómo no ver que estaba advirtiéndonos de su muerte? Conozco cuatro vídeos en los que aparece el Mayor Tom y en todos Bowie es ese personaje.

 

El primero, por supuesto, es Space Oddity, cuando nos presentó a su primer y más longevo «alter ego». Pero ojo, el vídeo es el original de 1969, no el que se realizó unos años después, cuando relanzó la canción.

David Bowie – Space Oddity

 

El segundo quizás sea el más conocido, pues es Ashes To Ashes, donde Bowie afirmaba que era un drogadicto. Y efectivamente, Bowie tuvo problemas graves por entonces con la cocaína. En el vídeo salía vestido de astronauta, colgado (nunca mejor dicho) de cables en una escena que bien pudo haber inspirado a Peter Jackson a filmar aquella en la que Frodo estaba enredado en la tela de Ella-Laraña.

 

David Bowie – Ashes To Ashes

 

El tercero es posiblemente el que haya pasado más desapercibido. Se trata de Slow Burn. Al final del minivídeo aparece Bowie mirando a un astronauta con el casco puesto. Está casi en la misma postura que él. Apenas después aparece una niña, con la que Bowie ha compartido el vídeo, recostada durmiendo junto al astronauta. La niña es la clave, porque dos años antes Bowie había tenido una niña con su mujer Iman. La niña (representación de su hija) está recostada junto a Bowie.

 

David Bowie – Slow Burn

 

El último, claro, es Blackstar. Ahí se abre la escafandra y se ve una calavera. El Mayor Tom-Bowie está muerto. Una desgracia que ni un vídeo tan maravilloso como perturbador puede mitigar en una mínima parte.

 

David Bowie – Blackstar

 

Bowie, ojalá donde estés puedas cantar de nuevo Under Pressure con Freddy Mercury, tocar con Mick Ronson, charlar con tus héroes y seguir aprendiendo y descubriendo maravillas. Ese sería tu paraíso y el paraíso que mereces. Después de todo, dijiste que no sabías adonde irías desde aquí, pero prometiste que no sería aburrido.

 

Pero, a pesar de que he leído las noticias de tu fallecimiento todo el día y de haber escrito este hilo, no, no me puedo creer que hayas muerto. Me parece mentira. Necesitaré el resto de mi vida para hacerme a la idea. Cuando eso ocurra, me da igual donde estés, quiero acabar mi persecución y dejar de estar exiliado de ti.

 

Descansa en paz, Ziggy Stardust, Aladdin Sane, Delgado Duque BlancoMayor Tom. Descansa en paz, David Bowie. Descansa en paz, David Robert Jones.

Ártabro

 

P.S. Escucha recomendada: cualquier cosa de Bowie.

Cosas que TVE empieza a hacer bien (II): Documentales musicales

Hola a todos:

 

Final de las vacaciones en el hemisferio norte, empieza un nuevo año para muchas cuestiones y yo, sin embargo, he de acabar tantas… empezando por el hilo anterior donde señalé una cosa que comenzaba a hacer bien TVE, tan denostada últimamente (muchas veces con motivo).

 

Pero la inserción con criterio de música en series no es el único punto en el que se la podría alabar. Sorprendentemente, ahora que ya no hay programas musicales en ningún canal de televisión (salvo para aspirantes a artistas, famosos que quieren hacer pinitos o el ridículo,etc. cantando canciones de otros), he empezado a ver documentales musicales notables.

 

El género del documental musical está muy bien asentado en la tradición anglosajona y he visto algunos ejemplos buenísimos. Desde cómo se hicieron algunos discos míticos (Rumours de Fleetwood Mac, Wish You Were Here de Pink Floyd, So de Peter Gabriel, etc.), hasta documentales que tratan de narrar el desarrollo de la música popular, pasando por la trayectoria de artistas y grupos (Eagles, Blondie, Ray Davies, Joe Strummer, etc.), la historia de un movimiento musical (punk, easy listening, etc.) o de un estudio de grabación (Sound City, Muscle Shoals, etc.). Muchas, muchas variantes. Y todas muy interesantes porque están hechas con rigor, pero al mismo modo de forma didáctica, con pasión y emoción. Es fácil quedar atrapado por la narración, plena de anécdotas, pero lo que más engancha siempre es la exhibición del proceso creativo. Las ideas, la explicación de lo que se quería expresar, los problemas, las soluciones y trucos, la evolución en la construcción de una obra.

 

En España no es del todo inexistente el género documental musical pero lo poco que hay está casi siempre centrado en un artista y en tono excesivamente panegírico. Además, por curioso que parezca, el proceso creativo de la música no suele ocupar demasiado espacio y sí otras cuestiones que podríamos calificar de extramusicales (vicios, juergas, rollos sentimentales,…). Por último, suelen mostrar mucho testimonio de amigos, conocidos, colegas de profesión y relativamente poco material de archivo de la época.

 

Afortunadamente, algo parece cambiar a raíz de lo que he empezado a ver en algunos casos producidos por TVE. El ejemplo más notable, sin duda, es el de varios programas dentro de la serie de documentales Ochéntame otra vez, donde se narra lo que ocurrió en España durante los años 80. Así, en Cuando Madrid se movía, como os podéis imaginar, se da un repaso a lo que brotó musicalmente en Madrid gracias a una nueva generación sin complejos, sin dinero pero con muchas ganas de no aburrirse con la cultura oficial imperante. En uno llamado Superfans se trata el fenómeno fan, así como los grupos y artistas más ligados a dicho movimiento (Tequila, Hombres G, Miguel Bosé, Pecos, etc.). En La otra movida se centran en aquellos grupos que no eran de Madrid, demostrando que aunque Madrid era el epicentro de la movida, el terremoto musical tenía réplicas en toda España. Por último, en Mi rollo es el Rock, el objetivo es analizar el rock urbano de aquella época, su tirón popular pero, al mismo tiempo, se habla algo de cómo se le dio de lado para dar protagonismo al pop de la Nueva Ola.

 

Pero hay otros programas. En Cachitos de hierro y cromo, con una estructura más tradicional, con muchos fragmentos de canción y textos por abajo o explicativos o mordaces, acierta en incorporar a una presentadora que ilustra algo el tema y rompe lo que sería una sucesión muy larga de vídeos antiguos. Luego está Frenesí en la gran ciudad, que pretende ser el relato definitivo sobre la movida madrileña. Incluso he llegado a ver con gran interés el primer capítulo (no han emitido más) de una serie de documentales llamada Música ligerísima, destinada a ser una antología de la música popular española de los 60 y 70. Aunque algunos de los artistas de los que van a hablar allí no me gustan e incluso pueden llegar a repugnarme, otros son muy curiosos y algunos otros son esenciales y fascinantes, provocando que me parezca un programa agradable, porque es algo diferente y puedo reconocer el esfuerzo y la calidad del documental.

 

TVE tiene una gran ventaja y es su mastodóntico archivo de imágenes y contenidos. Con eso y unas entrevistas para ilustrar y comentar el tema, tienes mucho ganado. Son programas que se disfrutan al verlos, se aprende algo del tema y, si has vivido esos años, te traen recuerdos.

 

No son programas perfectos, no obstante. Las imágenes de archivo y las entrevistas a los artistas tanto las especialmente destinadas a estos documentales como las que dieron en el pasado, son elementos muy importantes. Pero el guión del documental es también esencial. Y aunque se aprecia el intento de guionizar estos documentales, hay algunos fallos. En ocasiones falta enfoque y serpentea medio perdido como el Misisipi por los bayous. Extraer conclusiones o las principales ideas se hace difícil.

 

Un fallo más grave, pero más inevitable, son los olvidos. Incluso en algún caso se diría que el contenido del programa se determina en función de los testimonios que se han obtenido y no en función de la realidad que trata de plasmar. Por ejemplo, en el programa llamado Mi rollo es el rock, no se habla nada de grupos como Topo, Asfalto, Mamá o Coz. Pero como sale Ramoncín, Miguel Ríos y componentes de Obús, Burning y Barón Rojo, se habla de ellos. Y no está mal que hablen de ellos, pero es que no sólo estaban ellos. Esto se exacerba en el programa llamado La otra movida. El 80-90% del tiempo se habla de las bandas de Vigo (Siniestro Total y Golpes Bajos, básicamente), los grupos de Manolo García y Danza Invisible. Aparte se dan pinceladas muy sutiles de 091, Los Ilegales y Seguridad Social, pero nada se habló de grupos vascos de esa época, Los Rebeldes, Zumo de Vidrio (germen de Héroes del Silencio) o Los Cardiacos por poner algún otro ejemplo de otros grupos no madrileños de la época (y hay más ejemplos). Y es que, ojo, me encantan los comentarios y las anécdotas de Julián Hernández, Manolo García y Dani Ojeda, pero también entrevistaron a Lapido y apenas se mencionó a su grupo.

 

Sin embargo probablemente el principal defecto es que el proceso de creación musical sigue sin explicarse nunca en estos documentales o apenas hay algún apunte ligado generalmente a una anécdota graciosa. Es como si formara parte de nuestra idiosincrasia no tener interés en cómo se compuso un tema, la letra, la idea de la melodía o de un solo de guitarra. Para mí es una lástima.

 

Bueno, son detalles, pero que no empañan la gran mejoría en la calidad de los documentales y programas musicales que está haciendo TVE. Reconocido queda y, si tenéis acceso a la aplicación Botón Rojo para SmartTV de TVE o acceso a los contenidos de la web, os los recomiendo. Podéis distraer la mente mientras en televisión, otra velada más, no echan más que basura o publicidad. Pero, lo más importante, hay que apoyar las iniciativas (aunque no sean perfectas) que pretenden explicar y dar cuenta de la música, un hecho cultural, de un país. No hacerlo, sería renunciar a conocer lo que fuimos.

 

Os dejo con unas canciones. Un par de ellas sonaron en esos programas, la tercera debería tener algún día cabida en ellos.

Nadie te quiere ya de Los Brincos.

No mires a los ojos de la gente de Golpes Bajos.

Pánico en el hospital de Los Cardiacos.

Saludetes

 

Ártabro

 

P.S. Escucha recomendada: Sin aliento de Danza Invisible

 

Cosas que TVE empieza a hacer bien (I): Música en Cuéntame

Hola a todos:

 

He escrito muchos artículos en los que he puesto a caer de un burro a la situación de la música en España y del maltrato que se le da en la televisión. Sin embargo, en los últimos meses he advertido algunos cambios que, sin poder ser considerados como un giro copernicano, sí indican una cierta mejoría, concretamente en TVE. Sería injusto no señalarlos.

 

Una de las cosas que más me gustan de una serie de televisión es cuando consiguen integrar una canción en la trama de forma que encaje casi mágicamente. La canción puedo conocerla con anterioridad o ser un descubrimiento. Eso da igual. Lo importante es que una buena combinación música-imágenes provoca unas sinergias que realzan ambos elementos hasta generar un clímax emocional. La unión a veces es tan fuerte que, si se llega a escuchar la canción en otra ocasión y contexto, vuelves a recordar el momento en el que aparece en la serie.

 

En series extranjeras es habitual que existan estas asociaciones exitosas. Y con buena lógica pues antes de haberlas en las series las hubo en el cine. ¿Cómo olvidar la canción que sonaba en Malas calles cuando aparece por primera vez De Niro? ¿O el inicio de Manhattan?

 

 

Algunos directores, como Scorsese o Tarantino se han especializado en su buen gusto a la hora de insertar canciones en sus películas. Pero creo que la primera vez que, en el mundo de las series, se le dio un papel protagonista a este juego fue en Aquellos maravillosos años, seguida de Playa de China.

 

Desde entonces, la tendencia a incorporar este recurso ha ido en aumento.  De hecho, si repasamos las series más famosas de esta bien llamada Era dorada de las series, vemos que la mayoría contienen este tipo de momentos. Ahí están The Wire, Los Soprano, Mad Men, Lost, etc. Las series animadas no son en absoluto una excepción y ahí están Los Simpson, Futurama o Padre de Familia. Es curioso y representativo el caso de Los Simpson. Al principio, las canciones no originales eran infrecuentes en esta serie. Pero poco a poco han ido ocupando una posición más protagonista y ahora ya hay capítulos que parecen meros soportes en los que poder ubicar alguna canción famosa (un caso casi embarazoso fue el cameo de The White Stripes). Aun así, el fenómeno no es homogéneo. Es interesante comprobar que en las series procedimentales es difícil que no haya canciones (C.S.I., Bones, Caso abierto), mientras que en las comedias tipo sitcom son más raras. En otras series, como las fantásticas, históricas o de ciencia ficción, (Juego de tronos, Roma, Star Trek), la propia temática hace difícil encajar música de una realidad completamente diferente, por lo que son las excepciones a esta regla, aunque los ingleses siempre encuentran alguna forma de incorporar canciones a sus series (Doctor Who).

 

El caso es que en España, salvo series centradas en la música (o lo que puede considerar música una serie española y UPA Dance es un caso doloroso), este tipo de mezcla canciones e imágenes es bastante infrecuente y, en general, ejecutado sin gran efectividad.

 

Pero este año, sin yo preverlo, me enganché a Cuéntame cómo pasó y buena parte del mérito se debe a la música que suena en la serie. Me ha parecido que ha logrado cotas perfectamente asimilables a las que hay en producciones anglosajonas. No es una serie con un gran número de canciones por capítulo, una o dos por término medio, pero sí destaca por lo bien integradas que están y cómo llegan a realzar las escenas en las que se insertan. En otras ocasiones, logran resumir o subrayar el mensaje principal del episodio o nos anticipan la atmósfera que respirará el siguiente. Todavía más notable es que tienen éxito en usar canciones en castellano, tanto de España como de Hispanoamérica y combinarlas con otras en inglés, de forma natural, tal y como sucede con nuestra memoria, que tiene recuerdos tanto de unas como de otras. Pero me gusta especialmente que haya canciones en español, porque es un síntoma claro de normalidad y de avance en el lenguaje televisivo español, hasta ahora muy basado en la comedia histriónica o el drama (pseudo)histórico.

 

El único punto algo negativo es que he comprobado que, en algunas ocasiones, como si no hubiera más canciones, se ha repetido el mismo tema en distintas circunstancias, limitando su poder. Pero es un detalle que no empaña los logros globales.

 

Ahora, si alguna vez hago una recopilación de este tipo de grandes momentos musicales en series, ya sé que podré poner ejemplos que no sean anglosajones. Os dejo con tres casos muy diferentes. El primero, Todo cambia de Mercedes Sosa, que ya se había usado en otro final de capítulo, pero al que le veo más sentido en este caso.

 

 

El segundo es una interpretación en directo, sencilla y casi a capella, realizada por Alba Flores (la hija del malogrado Antonio Flores), que sorprendió por sus buenas capacidades actorales y por saber cantar con una mezcla de picardía, inocencia y ternura el Me quedo contigo de Los chunguitos.

 

 

 

Y por último, el que creo que es el mejor ejemplo de todos los que he visto. Es el final del capítulo en el que muere un personaje. La canción es Wild Is The Wind de David Bowie. Dos detalles de gran calidad. El primero es la perfecta compenetración del momento en el que Bowie canta Touch me y al mismo tiempo se abrazan el fantasma del padre con el hijo. El segundo es el final absoluto, cuando cortan de forma magistral la última palabra de la frase con más sentimiento del tema y que dice, de forma muy apropiada Don’t you know you’re life, itself? Esa interrupción que deja el tema en el aire es uno de los momentos de la televisión mejor logrados. La vida del personaje quedó cortada, tal y como queda cortada la canción, pero meten un eco en ese postrero life, que vendría a ser el recuerdo que deja esa vida en los que lo conocieron y querían. Bravo. El único vídeo que he encontrado del tema, es el que muestra todo el capítulo. Id al 1:02:10 y a partir de ahí podéis escucharlo.

 

 

Saludetes

 

Ártabro

 

P.S. Escucha recomendada: I Will Wait For You de Connie Francis

Forma y fondo: una canción (protesta) no es una carta

Hola a todos:

En el anterior hilo comenté que había otro aspecto del que quería hablar, referente al fondo y a la forma, pero que no quería restringirlo a la canción de Amaral.

 

Un argumento que oigo a veces cuando se habla de canciones con mensaje (sean canciones protesta o de contenido social, político, etc.) es que lo importante es la letra y que la música no es más que un envoltorio para transmitir dicho mensaje. No podría estar más en desacuerdo con dicha afirmación.

 

¿Cuál es la forma y el fondo de una canción? Porque de eso es de lo que realmente estamos hablando. Estoy seguro de que si habláramos de una canción puramente lúdica, (por ejemplo She Loves You de The Beatles), nadie negaría la importancia de la música para señalar la calidad del tema. Incluso hay canciones de las que podría llegar a juzgarse que la letra es lo de menos y que lo fundamental es la música. ¿Por qué, por tanto, habría que cambiar las reglas con una canción en la que, es verdad, hay un buen foco en la letra?

 

En una canción el fondo es tanto la música como la letra. Al igual que un poema no es sólo unas palabras, sino el ajuste entre ellas, el ritmo que crean, las resonancias y las imágenes que generan gracias al modo en el que están dispuestas en el texto, una canción protesta con una música que no sea buena dará como resultado un mal tema.

 

Con esto no quiero decir que la música haya de ser animada o llena de ganchos. No, puede ser hasta monótona, si con ello refuerza el mensaje de la canción. Lo que significa es que, si hacéis memoria, es difícil que recordéis una canción de contenido social o político con una música de la que digáis que era mala. Esto se ve con claridad en canciones de idiomas que no se conocen o que al menos no se dominan. Un ejemplo perfecto es el del tema que pongo en escuchas recomendadas al final del hilo.

 

¿Qué es entonces la forma en una canción? En mi opinión, los arreglos y toda la parafernalia que ahora rodea al mundo de la música (el vídeo musical, las versiones extendidas o editadas para radio, etc.). El núcleo, el fondo, lo que ha de pasar a la posteridad o morir en la cuneta de la historia, es la compenetración letra-música. Y si la melodía tiene menos interés que los decimales que salen de dividir 10 entre 5, por muy brillante que sea el texto, la canción pasará y se borrará de nuestra memoria.

 

Os dejo con dos ejemplos de canciones sociales. La primera es Pueblo blanco de Joan Manuel Serrat y la segunda Este Madrid de Leño. En ambos casos la música no es lo más memorable del tema, pero sí tiene ese componente que conjunta perfectamente con la letra. Eso no le pasó a Amaral en Ratonera (cuya letra, la verdad, tampoco puede ni compararse con estos dos ejemplos).

 

Si me veis esta noche activo en Twitter… no me golpeéis mucho. Estaré comentando Eurovisión y sus excesos. Una vez al año no hace daño. Además, hay una canción buena compitiendo. No, no es la española.

 

Saludetes

 

Ártabro

 

P.S. Escucha recomendada: Hurricane de Bob Dylan

 

Lo nuevo de Amaral: una ratonera sin queso

Hola a todos:

Se ha armado una buena polémica por la nueva canción de Amaral. En muchos medios de comunicación se ha comentado el vídeo, en el que aparecen importantes políticos españoles y mundiales o golpeados, o limosneando o cruzando el Estrecho en patera, emigrando o… en fin, afectados por la crisis o por la ira popular harta de su ineptitud para solucionarla.

 

Después de la noticia, rápidamente, el comentario, ya en el propio artículo, ya en las reacciones de los lectores. Evidentemente, como todo en España, pronto acabó todo politizado y tratando de asignar a Amaral una posición política antes que una posición ideológica (no, no es lo mismo). No estaba seguro de querer opinar sobre el tema, pero para decidirlo, pensé que tendría que oír la canción primero. Y aquí está.

 

 

Y sí, tengo algo que decir. Pero no son comentarios políticos. Quiero hablar de lo que toca a este blog. Quiero hablar de música.

 

Para empezar por lo bueno, diré que sí, se puede considerar una canción protesta pero… ¿una canción política? La letra se podría aplicar sin problemas a la clase política, a traficantes de armas, a empresarios corruptos o incluso a maltratadores de parejas. Esta indefinición de la letra, desgraciadamente, juega en su contra, porque aunque cuenta con un par de momentos muy fuertes («No sé ni cómo duermes por las noches, estúpido farsante», «que te perdone Dios, no lo haré yo») , su fuerza se diluye ante la falta de concreción. No se sabe bien qué es lo que ha hecho para provocar esa reacción tan visceral, ni se identifica al autor. Sólo el vídeo nos aclara que se refiere a los políticos y de lo que ha hecho, sabiendo que hablamos de nuestra clase dirigente, todavía tenemos un mínimo de memoria. Pero no me gusta que sea un vídeo lo único que me puede indicar de lo que va una canción. Es propio de temas intencionadamente crípticos, pretenciosos, torpes, cobardes o una combinación de las posibilidades anteriores. La única excusa válida para tanta ambigüedad la doy a canciones protesta hechas en y contra regímenes sin libertades. Y no es el caso.

Así, la letra tiene fuerza pero le falta concreción. La música, no obstante, no tiene redención posible. No me imagino a nadie coreando esta canción. No es que no haya una melodía memorable, es que apenas es tarareable. Comprendo que el mensaje es ominoso, pero eso no implica que haya de carecer de ganchos.

 

Por último, el vídeo. A pesar de las apariencias, tampoco es claro. Nos muestra a los políticos así… ¿para criticarlos?, ¿para que sirvan de objetos de expiación?, ¿para alertarnos de que ellos también son personas, aunque se podría decir que los llaman animales?, ¿para vacunarnos contra tentaciones violentas? Esto último no es muy descabellado, ya que los mensajes que acompañan a las imágenes empiezan describiendo cosas muy cercanas a las consecuencias de la crisis, pero luego añaden temas sociales, temas de inmigración, racismo,… ¡y terminan derivando a mensajes delirantes! Algunos, incluso, son ridículos como que «1 de cada 2 ha sido atacado por un gremlin» o que «6 de cada 10 son vampiros». Esa mezcla debilita las primeras afirmaciones. Incluso me hicieron pensar que el objetivo del vídeo no era poner a los políticos en las situaciones que ellos generan, justo castigo por tanto, sino señalar lo absurdo de algunas acusaciones contra ellos, poniendo ejemplos extremos o hilarantes. Además, incluso en el caso de que su intención fuera mostrar a los políticos sufriendo los efectos de las medidas que tomaron, esto contradice la letra de la canción. Es decir, si en la letra quieres criticarlos, ¡no los pongas como víctimas en el vídeo!

 

En definitiva, la canción me parece mala porque la letra es muy poco clara, la música es floja y el vídeo contradiría el presunto mensaje del tema. Siendo sinceros, el conjunto (letra, música y vídeo) sólo funciona en la primera estrofa, que es la más fuerte y donde los elementos se complementan bien. El resto, al seguir la letra indefinida, y con imágenes de políticos extranjeros y mensajes «extraños», hace que ese posible significado inicial, dirigido a la clase política española, se vaya desliendo como un principio activo en un producto homeopático.

 

Hay un aspecto más del que me gustaría hablar, sobre la forma y el fondo, pero como no es específico de esta canción, lo dejaré para el próximo hilo.

 

Una lástima, sobre todo porque creo que Amaral quería hacer una canción que hablara sobre lo que está pasando y protestar por ello. Pero no les ha salido. No han querido o no han sabido emular a Bob Dylan (y eso que no serían la primera vez que lo intentan).

 

Os dejo con The Times They Are A Changin’ de Bob Dylan. El vídeo no es muy bueno, pero es muy difícil encontrar cosas originales de Dylan en Youtube.

 

 

Saludetes

 

Ártabro

 

P.S. Escucha recomendada: Gulliver de Joaquín Sabina