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A los monstruos no mirar

 

Monstruosnomirar

Hola a todos:

Hace muchos años, en una de esas historias cortas que hay en los capítulos especiales de Halloween de los Simpson, los muñecos gigantes de los anuncios cobraron vida y comenzaron a arrasar Springfield. La solución para acabar con los monstruos resultó ser dejar de prestarles atención, dado que si la publicidad no atraía el interés del público, ésta dejaba de existir. Y para lograr que la población de la ciudad dejara de mirar a los muñecos aparecía  en el capítulo Paul Anka, componiendo una canción cuya letra, tontorrona pero a la postre efectiva, es el título de este hilo.

Esta pequeña introducción viene a cuento de una serie de noticias que desde hace algunos meses vienen inundando los medios de comunicación, no sólo musicales, sobre los escándalos de famosas estrellas de la canción adolescente de los últimos años. Se diría que Hannah Montana se ha convertido en Miley Gomorra y la carrera de provocaciones de Justin Bieber en un chiste en el que, dadas sus iniciales, se le compararía con La saga/fuga de JB, si no fuera porque comparar a este personaje con un magnífico libro sería un insulto para la obra.

No tengo ni idea de por qué la gente se sorprende tanto de que estos artistas salgan ahora borrachos, fumando porros, haciéndose tatuajes, metiéndose en broncas, pisando comisarias, lamiendo un macho sobre una bola, arrimándose a las bolas de un macho mientras se relame, etc. ¿No ocurrió hace unos pocos años con Britney Spears? ¿Y antes con otras estrellas infantiles de la música o el cine?

Supongo que el interés para algunos está en el morbo de ver una supuesta pureza infantil mancillada, destruida por los vicios del mundo de los adultos. También hay gente para la que es reconfortante ver que ellos no serán ricos ni famosos, pero tampoco balas perdidas. Para otras personas hay placer en ver caer ídolos. E incluso vale para que antiguos detractores ahora se regodeen en los escándalos.

Pocos, sin embargo, se paran a pensar en que todo parece un plan de marketing perfectamente planificado. A estas estrellas, mientras su público eran niños y recién adolescentes, un perfil más dulce era el indicado. De lo contrario, los padres habrían puesto muchas más pegas a que sus hijos los escucharan, y con esas edades los niños todavía están bastante sujetos a cierto control. Pero los niños crecen, quieren alejarse de imágenes infantiles, necesitan nuevas experiencias, más atrevidas, más «adultas»… y tener ídolos nuevos. Pero si ese ídolo nuevo puede ser alguien que ya conocen, menos marketing necesitan las compañías para seguir vendiendo. Pero claro, el perfil del artista no puede ser el que ofrecían para los niños, ha de ser más adulto, e incluso «pasarse» para borrar la imagen infantil. De ahí el maleo.

Todo esto sí que lo saben (o deberían saberlo) los medios de comunicación y, si fueran algo más críticos, habrían de negarse a hacerles campañas de marketing gratis. Pero claro, el escándalo vende y eso, por supuesto, es el objetivo de dichos medios (lo de informar pasó a la historia y ahora sólo se dice para darse una pátina de respetabilidad).

Así, todo se conjura para que las noticias de ex-estrellas infantiles sigan copando titulares. Se diría que muchos ganan con todo esto, pero, ¿alguien pierde? Supongo que si digo que los fans o el público que sigue las andanzas de estos personajes, porque están siendo manipulados, puede sonar un poco naïf. Pero si señalo a la música como gran víctima, quizás me acerque más a la verdad porque, al final, si decidimos rascar lo que son estos artistas, nos damos cuenta de que muy poquito de lo que hacen es… música. Eso pasa a ser un accesorio, la excusa para hablar de todo lo demás, como la susodicha vocación de informar de los medios cuando lo único que hacen es vendernos morbo, miedo o trivialidad.

Estos artistas (y estos medios) son como los monstruos que asolaban Springfield. Destruyen la música al convertirla en un accesorio del producto que  realmente venden: ellos mismos. Lo seguirán haciendo mientras les sigamos prestando atención. No los miremos y desaparecerán (¿alguien ha dicho Jonas Brothers?). No vale el criticar a estos intérpretes. Entraríamos a formar parte del circo, sólo que con el papel de opositores. Ni siquiera vale lo que dice el proverbio, sentarte en la puerta de tu casa y acabar viendo pasar el cadáver de tu enemigo. No se merecen que gastemos el tiempo sentados esperando su muerte. Hay tantas cosas por ver, por hacer, por escuchar… Esperar es un derroche cuando la vida es tan corta.

Os dejo con dos canciones, Same Old Scene de Roxy Music y Esperando nada de Antonio Vega.

Saludetes

Ártabro

P.S. Escucha recomendada: Road To Nowhere de Talking Heads